¡A despertarse! Es un hermoso día de sol. En su original transcurrir por las actividades del día -desde el desayuno hasta el cuento de las buenas noches-, oscila con ternura entre las emociones y las sensaciones que experimentan los niños y las niñas en cada actividad de la jornada, haciendo un delicado contraste entre los sentimientos y su real importancia.
El desayuno que inaugura el día se convierte en una gigantesca y tentadora rodaja de pan untada con dulce; la escuela es grandísima, igual que las palabras -no así las letras, que se encadenan como hormiguitas, unas tras otras-. Un charco de agua ¿no es acaso la oportunidad para disfrutar de una felicidad enorme? ¿Y cuán pequeño parece un tenedor cuando el hambre es grandísimo?
En ese juego de opuestos, este cuento se atreve a sumergirse, ir un poco más allá y proponer que la medida real de las cosas está más relacionada con lo que nos provocan que con su tamaño y el espacio que ocupan en el mundo.
PERIPLO