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Los ojos del hermano eterno tal vez sea uno de los libros más raros dentro de la vasta obra de Stefan Zweig. Escrito como una leyenda oriental situada mucho antes de los tiempos de Buda, narra la historia de Virata, hombre justo y virtuoso, el juez más célebre del reino, que después de vivir voluntariamente en carne propia la condena más terrible destinada a los asesinos más sanguinarios, decide internarse en el bosque para evitar tener que juzgar y decidir los destinos de vidas ajenas. Aun desde la inacción y desde su vida como ermitaño, sus actos tienen consecuencias terribles.

Y allí se explica esa cita inicial a Bhagavad Gita: dejar de actuar también es actuar. Quiero dejar de ser libre de mi voluntad. Porque una persona libre no es libre y el que no hace nada no vive sin culpas. Solo aquel que sirve es libre, aquel que le entrega su voluntad a otra persona, emplea su fuerza en un servicio y obra sin preguntar. Solo la mitad de lo que hacemos es nuestra obra: su principio y su fin, su causa y su efecto les pertenecen a los dioses.